Escuelas previsibles

La imprevisibilidad como consecuencia del desconocimiento de lo que pueda ocurrir, en la mayoría de los casos, es producto de la improvisación y no siempre es interpretada de la misma manera por diferentes individuos o colectivos.

La pandemia que estamos transitando, nos demostró que la imprevisibilidad tiene consecuencias funestas cuando no nos encontramos preparados para enfrentar situaciones inéditas.

Las escuelas deben comenzar a desarrollar herramientas que le permitan estar mejor preparadas ante los desafíos que se plantean en un mundo globalizado, con nuevos derechos para las personas y con una transformación de los medios de comunicación de un nivel jamás experimentado; a la vez que deben continuar lidiando con una multiplicidad de necesidades inmediatas ante la ausencia o escasez de recursos o valores que todavía afectan a gran parte de la población.

El primer paso para una escuela previsible es el conocimiento, no solo de lo normativo, sino también el conocimiento de los recursos humanos y materiales con los que cuenta, desde la estructura edilicia, hasta la formación profesional de los docentes y las trayectorias pedagógicas de los estudiantes, por enumerar algunas cuestiones principales sobre las cuales hacer hincapié.

El segundo paso es la reflexión sobre el conocimiento. Configurar equipos de trabajo abiertos y transparentes compuestos por los diferentes actores de la comunicad educativa (personal de la institución, estudiantes y sus familias) y del contexto con el cual se relaciona (integrantes de la sociedad civil, estructuras gubernamentales, empresas, instituciones religiosas).

El tercer y último paso está compuesto por la acción a partir de la reflexión sobre el conocimiento, y, fundamentalmente, la documentación de las acciones. La documentación convierte a la acción en conocimiento y posibilita la construcción de un círculo virtuoso de mejora continua en las instituciones.

Las escuelas deben comenzar por conocer qué estudiantes estuvieron mejor o peor preparados ante las dificultades (y los gobiernos, qué escuelas se encontraron mejor o peor preparadas); reflexionar abiertamente sobre las razones y las circunstancias que podrían haber influido; poner en marcha procesos transparentes y ágiles de decisión y comunicación de una manera precisa y clara, argumentando de esta misma manera las razones de las decisiones que se tomarán y, más tarde, de las consecuencias de esas decisiones.

Las escuelas deben aprender de ellas mismas. (Los gobiernos, también). Y entender que las acciones aisladas independientes de los procesos de conocimiento y reflexión y de posterior documentación, si bien muchas veces producen impacto inmediato sobre la realidad, no constituyen en sí mismas herramientas apropiadas para afrontar la imprevisibilidad.

Las escuelas deben afrontar un espíritu resiliente que les permita transformar las dificultades en desafíos y oportunidades.

La pandemia que estamos transitando ofrece a las escuelas (a partir del conocimiento, la reflexión y la documentación), una oportunidad única para desarrollar en ellas mismas y en sus estudiantes, nuevas habilidades para seguir aprendiendo y enfrentar nuevos desafíos cada vez más complejos, desarrollar la autonomía responsable con relación a los demás, administrar la abundancia de información y tomar posición crítica frente a la información brindada por la multiplicidad de medios de comunicación.